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martes, 5 de octubre de 2010

La Exigencia Natural Del Alma

La Exigencia Natural Del Alma

Do livro Você é Dono de Potencialidade Infinita pp. 48-53

¿Por qué el bebe consigue mamar sin nunca haberlo aprendido?

Reflexionando sobre el simple hecho de que un bebé recién nacido sepa mamar, comprendemos que nuestra vida no tuvo su inicio en el momento en que nacemos. Al nacer, el bebé ya sabe que, a través del seno materno, obtendrá el líquido nutritivo que lo alimentará. Esto significa que en él está presente la Vida de Dios, que le otorga esta sabiduría. En otras palabras, la Vida no se inicia en el instante en que la persona nace. La vida de Dios, que existe desde el principio, se aloja en el vientre materno para dar origen al bebé. Por eso, el niño conoce cosas que nunca vivió antes; lo que muestra que la esencia de la Vida trasciende las experiencias de la vida terrena. Diciéndolo de otra forma, nuestra Vida no se restringe a este mundo, pues Ella (la vida) es “esencia” que trasciende la existencia terrena. Por lo tanto, nuestra vida es la propia Vida de Dios. Una Vida trascendente, alojada en nuestro cuerpo carnal que nos hace vivir. Podemos, pues, decir que Dios está presente en nosotros.

…Por lo tanto: Nuestra vida no se origina en el momento de la concepción. Es la propia vida de Dios que se aloja en nuestra alma, y ésta vida Divina, que ha existido desde siempre, posee una enorme sabiduría coherente con su existencia. Por ende, si esta sabiduría es parte de la Vida de Dios, y es esta misma Vida la está dentro de nuestro ser, nosotros poseemos esta sabiduría.

¿Qué es Dios?

En el libro La Verdad de la Vida, tuve el cuidado de poner entre paréntesis las palabras “nuestro Padre” después de la expresión “Gran Vida del Universo”, para que todos pudiésemos comprender su significado.

La Gran Vida del Universo es la fuente de donde se originó nuestra Vida. Aquel que es generado es hijo, y aquel que genera es padre.

Por lo tanto, es adecuado el uso de la palabra “nuestro Padre del Universo” cuando nos referimos a la Fuente de nuestra Vida. ¿Y de dónde se”? Él nunca nació. Siempre existió. Por eso decimos que Dios es eterno, nunca nace y jamás morirá.

…Por lo tanto: Llamamos a Dios, “nuestro Padre”, pues es el generador de todo lo que existe, incluidos nosotros, los “generados”, que pasamos a ser los “hijos”. No hay un “antes y un después” para Dios, por eso siempre ha existido; siendo omnipresente y omnipotente.

Somos dotados de vida infinita

Por existir en nosotros la Vida de Dios, continuamos viviendo aún después que muere nuestro cuerpo carnal. Nuestra vida, integrada en la corriente de la Vida del Padre, sigue por la eternidad. El budismo también viene predicando una visión de Vida semejante.

Es una visión correcta. Nuestra Vida trasciende las experiencias terrenas porque sigue junto con el flujo de la Vida de Dios. La vida de Dios fluye por el canal llamado “cuerpo humano” y, después de un determinado periodo, sale de este canal.

Cuando la Vida sale del cuerpo de una persona, decimos que ocurre la muerte. Pero la Vida no muere; ella salió del “canal” y continúa fluyendo eternamente. La vida del ser humano continúa existiendo aún después de abandonar el cuerpo carnal, porque está integrada en la Vida del Padre, en la Gran Vida del Universo. Grande Vida do Universo.

Tal vez ustedes se pregunten: ¿Tanto la Vida que pasó por el canal llamado cuerpo carnal como la que aún no ha pasado, o sea tanto la Vida que fue concebida y surgió en este mundo como la que aún no fue concebida, acaban perdiendo las respectivas peculiaridades y se vuelven una sola al volver junto con la Gran Vida del Universo (El padre que rige el universo? No es así. Cada Vida individual mantiene su identidad y, al mismo tiempo, está integrada en la Gran Vida del Universo.

Si ponemos un poco de agua de mar en un frasco, el agua adquiere la forma de ese recipiente. Mientras esté dentro de ese frasco, el agua presentará esa forma peculiar. De modo análogo, cuando la Vida se aloja en el cuerpo carnal, adquiere individualidad. El agua del frasco, al ser devuelta al mar, pierde completamente la forma que había adquirido. Con la Vida del ser humano ocurre algo diferente: aún retornando al “océano de la Gran Vida”, ella mantiene su individualidad.

Si, después de la muerte física, la Vida del hombre terminara como el agua de un vaso devuelta al mar, es decir, perdiendo completamente la individualidad, no tendría sentido que las personas nacieran en este mundo como individuos, y cada cual viviera diversas experiencias y se desenvolviese. Todo esto sería inútil. Sería un absurdo creer que Dios nos hace esforzarnos la vida entera para después anular todo ese esfuerzo. Por ejemplo, ¿De qué sirve si yo, Taniguchi, haber nacido, crecido, estudiado, pasado por situaciones que sólo yo podía vivir o enriquecido espiritualmente, si todo esto fuera anulado en el momento en que mi cuerpo carnal dejase de existir? No tendría sentido que las personas se esfuercen, acumulen experiencias y mejorasen cada vez más si nada de eso valiese al final. Si el fin fuese para todos igual, tanto para los que se esfuerzan y acumulan conocimientos, para los que llevan una vida relajada o como para quienes se dejan llevar por la apatía y destruyen su propia vida, llegaríamos a la conclusión de que tal vez fuese mejor dejar de hacer cualquier esfuerzo y morir luego para poder volver al seno de la Gran Vida. No, esa no puede ser la finalidad de nuestra existencia. En el centro de nuestro ser existe la intuición de que nuestra individualidad permanecerá para siempre, y es por eso que el esfuerzo para mejorar tiene sentido. Sería desnecesaria la búsqueda del desenvolvimiento si las personas que se esfuerzan y las que no se volvieran una sola al volver a la Gran Vida. Y si, para alcanzar la iluminación, bastase con integrarse a la Gran Vida del Universo, sería mejor apurarse por morir en vez de perseverar en nuestros esfuerzos. Obviamente, esa es una idea absurda.

…Por lo tanto: La Energía que nos hace vivir, es decir, la Vida, es proveniente de Dios; y es única para todas las cosas del cielo y de la tierra. Esto no quiere decir que no seamos seres individuales, pues si no los fuéramos, no tendría sentido nuestra evolución espiritual.

La exigencia natural da Alma

Todos nosotros sentimos en el alma la exigencia natural de establecer una clara diferencia entre una persona que se rinde ante la vida y la acaba destruyendo, y otra que se esfuerza constantemente hasta alcanzar la iluminación espiritual. Esta exigencia natural es tan lógica como una ley matemática que determina que dos es dos y no tres. Nuestra alma intuye lo que es correcto y lo que está errado, y esa intuición no falla.

Por eso, sentimos el ansia natural, la necesidad permanente, de desenvolvernos cada vez más, y nos esforzamos para atender a esa necesidad. Y, en la búsqueda del perfeccionamiento, lo que nuestra alma intuye como correcto está de acuerdo con la Verdad. El alma es superior al cuerpo. Por lo tanto, no hay duda que ella no se extingue con la muerte física.

…Por lo tanto: Dentro de nosotros está esta sabiduría que nos permite reconocer lo bueno de lo malo y es intrínseca a nuestra alma. Es por eso que al morir nuestro cuerpo carnal, todo lo que hemos aprendido no se extingue, refloreciendo con facilidad en las próximas encarnaciones.

Porque el hombre no desea la muerte

La exigencia natural del alma es el “ansia por algo” cuya existencia el ser humano intuye por medio de la cognición trascendental.

Nadie quiere morir. El deseo de vivir es inherente a todo ser humano. Algunas personas dicen que quieren morir e intentan el suicidio. Pero, en verdad, ellas también desean vivir; apenadas por las circunstancias que les permiten vivir de manera como les gustaría, recorren al acto extremo de acabar con su angustia. Puede decirse que es una manifestación distorsionada del deseo de vivir plenamente. El deseo de vivir es un ansia latente en lo más profundo de nuestro ser; se trata de algo innato, transcendental, y no de algo que se adquiere por la experiencia. Nuestra esencia es Vida, y la Vida es una energía que debe ser manifestada. Por eso, es inherente a todos nosotros el deseo de vivir.

…Por lo tanto: La exigencia natural es el deseo de vivir –plenamente-, y es algo innato al ser humano; por lo que no se aprende.

El deseo de avanzar

El deseo de avanzar, crecer, desenvolvernos, es también, inherente al ser humano. Los medios para esta evolución en la vida varían en relación a las personas. Existen jóvenes que se dedican a los estudios con el fin de obtener buenas notas, mujeres jóvenes que desean encontrar un buen partido y construir una familia, hombres que quieren conseguir un buen trabajo y ser exitosos en sus carreras. Hay también quienes prefieren perfeccionarse en los estudios en vez de empeñarse en la carrera profesional.

Son diferentes manifestaciones del deseo de evolucionar. Si les preguntáramos: “¿Por qué quieren crecer?” No sabrían explicar prontamente el motivo y dirían simplemente que tienen la necesidad de mejorar. Esto prueba que el deseo de evolucionar es algo innato, o sea, es una exigencia natural que viene de lo profundo de la Vida, en este acto existe un significado profundo.

Sabemos que, con el desenvolvimiento, nuestra Vida adquiere mayor valor – en otras palabras, el desarrollo implica la adquisición de valor y nunca es inútil. Por eso, deseamos desenvolvernos. Pueden presentarse diversos argumentos o teorías al respecto del deseo de evolucionar. Pero el punto fundamental es reconocer que todos traen latente en si ese deseo, teniendo o no conciencia de ello. Hasta las larvas e insectos aparentemente inútiles poseen el impulso de desenvolverse. Es por esto que ocurre el proceso de evolución. ¿Por qué existe en todas las personas el deseo de evolucionar? Si el progreso conquistado en esta vida fuera anulado totalmente con la muerte física, no sería lógico que las personas sintieran la necesidad íntima o el impulso natural de crecer.

Si las personas son movidas por esta necesidad, este impulso, es porque ellas saben a priori, que el valor personal adquirido con su progreso y su desenvolvimiento jamás será anulado.

Cada uno de nosotros vive como un individuo, pasa por experiencias y entrenamientos particulares, acumula méritos y conquista el valor personal. Es inconcebible que ese valor sea anulado con la muerte del cuerpo carnal. Lo lógico es que cada uno conquiste el valor propio, de acuerdo con su grado de progreso: quien avanzó 10, pasos debe obtener el valor correspondiente a ese empeño; quien avanzó 30, el valor correspondiente a ese esfuerzo, y así en adelante. Podemos afirmar que los valores peculiares que cada persona conquistó con esfuerzos propios pasan a hacer parte de su Vida individual, la cual no se extingue con la muerte física; y que, al tener conciencia de eso, nos empeñamos en la busca del desarrollo personal.

Así, considerando tanto el punto de vista filosófico como el de la ética práctica, afirmamos que la Vida con características personales continua existiendo aún después de la muerte del cuerpo.